Porfirio Díaz es de los personajes mexicanos más controversiales: es odiado y amado, para muchos es el mejor presidente de México que ha existido y para otros es símbolo de soberbia, tiranía y abusos.
Así, ante la importancia de esta figura, resulta interesante conocer algunos aspectos de la única visita que tuvo como Presidente de México a la ciudad de Monterrey.
La visita de Porfirio Díaz a Monterrey
Como presidente de la República, “Don Porfirio” hizo pocas “giras de trabajo” a estados del norte del país. Esto tiene que ver con las circunstancias propias de la parte final del siglo XIX y primeros años del XX, ya que eran zonas turbulentas con inestabilidad, lo cual se suma al espíritu centralista que ha prevaleció por siglos en nuestro país.
Sin embargo, el caudillo oaxaqueño hizo una visita a Monterrey, la cual se prolongó por varios días.
El mandatario nacional estuvo en la Sultana del Norte del 19 al 23 de diciembre de 1898. Su visita no fue por iniciativa propia, sino que se dio por invitación de su compadre, el gobernador de Nuevo León, el general Bernardo Reyes.
Ese fue uno de los acontecimientos más importantes para la ciudad durante el siglo XIX. No es para menos, como comentamos líneas arriba, era raro ver a un presidente fuera de la capital del país.
De igual forma, Don Porfirio era una figura de mucho peso, muy carismático y que nunca pasó inadvertido.
Así, cuando se dio la noticia la población tuvo gran expectación al respecto.
El Gobierno del Estado y el de Monterrey hicieron todos los preparativos necesarios para recibir en grande al Presidente, sin reparar en gastos.
Díaz arribó a Monterrey en tren directamente a la Estación del Golfo el 19 de diciembre de 1898, en donde fue recibido por las autoridades y miles de personas que buscaban ver de cerca al líder mexicano. Posteriormente se realizó un recorrido por la ciudad y por la tarde se realizó un evento solemne en la Alameda.
Luego del encuentro, ellos mantuvieron el contacto, y hasta se fueron de viaje juntos a recorrer Dunas de Bilbao, Coahuila.
De acuerdo con Christopher, una persona que había seguido su historia los invitó a realizar el recorrido, sitio donde surfearon en la arena y acamparon.
Y, aunque volvieron con unos golpes menores y a Inez la picó un alacrán, volvieron con bellos recuerdos.
Dentro de la historia del cine nacional hay una figura que destaca por el dramatismo de su vida, se trata de Carmita Ignarra.
¿Quién es Carmita Ignarra?
Carmen Ignarra Güell es el nombre de la protagonista de esta historia. Nació el 30 de marzo de 1927 en Cienfuegos, Cuba, dentro del seno de una familia de buena posición económica.
Desde temprana edad se interesó en el arte y ya para los 8 años declamaba no solo en fiestas familiares, sino en salones repletos de gente que quería escuchar a esa niña prodigio.
A los 16 años logró grabar un disco de cuentos en el que ella hacía la voz de todos los personajes, demostrando gran maestría en el manejo vocal.
Poseedora de una enorme belleza, la mujer de ojos esmeralda incursionó en la actuación en su natal Cuba desde muy joven
Con apenas 17 años de edad logró entrar a la CMQ, la cadena de radio y televisión más importante de Cuba y pronto se convirtió en una estrella de las radionovelas.
También incursionó en el teatro, en varias obras, principalmente clásicos de la dramaturgia.
De ahí brincó al cine y en su país actuó en las películas “Siete Muertes a Plazo Fijo” (1950), “La Cecilia Valdés” y “El Ángel Caído” (1948, una parte de esta película se filmó en Cuba y otra en México).
Al participar en una obra de teatro, un mexicano se enamoró de ella. Era ni más ni menos que Santiago Reachi Fayad, el empresario fílmico que descubrió y encumbró a Mario Moreno “Cantinflas”.
De inmediato intentó cortejarla, incluso la invitó a México para iniciar una exitosa carrera en el cine, pero ella se rehusó.
Ya en los 50’s Reachi la convenció, ofreciéndole el papel protagónico de una cinta que sería dirigida por Luis Buñuel.
Así, Carmita abandonó la isla y llegó a nuestro país para darse cuenta que todo era una completa mentira.
El empresario mexicano la trajo con engaños, sin embargo Ignarra no quiso regresar a su país sin antes filmar alguna película para evitar las burlas, pues en Cuba se habló de que se iba para incursionar en el cine mexicano.
Además de las tres películas mencionadas, Carmen participó en los filmes “Los Solterones” al lado de Luis Aguilar y Rosita Arenas,”Historia de un Marido Infiel”, “Y Mañana Serán Mujeres y “El Monstruo en la sombra”.
Pero, ¿por qué tan pocas películas? Carmita asegura que fue su mismo esposo quien frenó su carrera.
Se dice que Reachi no quería que su mujer despuntara y se convirtiera en una estrella, por eso le facilitó pequeños papeles, nada importantes, para que no figurara.
Y vaya que Carmita pudo haberse convertido en una figura de Hollywood, pues recibió varias propuestas directamente de Samuel Goldwyn, presidente de la Metro Goldwyn Mayer, sin embargo su esposo nunca le permitió llegar a la meca del cine.
Carmita fue musa de Diego Rivera
Sin embargo, al estar en el medio del espectáculo pudo hacer amistad con algunos personajes de gran fama, como el propio “Cantinflas”, quien fue padrino de bautizo de su única hija, con el regiomontano Alfonso Reyes y con uno de los artistas más importantes que ha dado México: Diego Rivera.
Ambos mantuvieron una relación muy cercana, al grado de que le hizo dos cuadros: “La Piñata” y “Niños pidiendo posada”, los cuales hace tiempo se expusieron en el museo MARCO.
También el muralista la tomó como musa y la pintó en un retrato.
Carmita se va a vivir a Monterrey
Ya en la década de los sesentas y tras divorciarse, Carmita Ignarra se mudó a Monterrey, luego de que miembros de la comunidad cubana le ofrecieron continuar con su carrera en la ciudad en el Canal 6.
Desde ahí protagonizó algunas novelas y poco a poco se fue apagando.
Ya en el 2007 reapareció en la televisión, luego de que un programa de la cadena Multimedios la invitó a una entrevista y volvió a tener presencia en la pantalla chica, hasta que nuevamente se alejó de los reflectores.
La muerte de Carmita Ignarra
Carmita estuvo un tiempo en una casa de descanso para adultos mayores y después pidió volver a casa en la zona de El Obispado.
Vivía sola y en condiciones económicas precarias.
Finalmente falleció el 1 de agosto de 2017 a los 90 años de edad, dejando para la posteridad una vida digna de una gran película.
Ahí se disputaron batallas tanto de la lucha de Independencia, como de la Guerra de Reforma, la resistencia contra la Invasión de Estados Unidos, contra los franceses y dentro del marco de la Revolución Mexicana.
El Cerro del Obispado fue ocupado por varias tropas, no solo nacionales sino también extranjeras; incluso ahí se izó la bandera de Estados Unidos, cuando el ejército norteamericano tomó Monterrey.
Bandera de Estados Unidos a toda asta en el Obispado, durante la ocupación de 1846.
Las huellas de las batallas permanecen en el lugar. Aunque muchos nos las ven, existen varias marcas de bala en el Palacio. También se dejaron los cañones usados hace décadas como recordatorio del pasado bélico del Obispado.
Pero los indicios de la Guerra se extienden al resto del Cerro: es fecha que en las laderas de la loma se siguen encontrando proyectiles de diversos tamaños. A esto se suma la presencia de varias trincheras en algunas caras del Cerro.
Afortunadamente las guerras quedaron atrás y ahora el Obispado es un espacio cultural de gran riqueza.
Dentro de las historias de misterio que se han presentado en Nuevo León destaca una por la evidencia que quedó registrada, se trata del OVNI de Montemorelos.
Esta historia ocurrió en el verano de 1994, en el Ejido “El Terrero” del municipio citrícola y estuvo protagonizada por Don José Martínez.
Un fin de semana Don José se encontraba con varios amigos en su rancho, disfrutando de la belleza natural y la tranquilidad de Montemorelos.
Cargaba consigo una cámara fotográfica, artículo que acostumbraba a llevar a sus paseos para registrar los momentos de descanso con sus allegados.
Sin embargo, sin saberlo esa tarde su cámara captaría algo más que una simple reunión de amigos.
Y es que en determinado momento, mientras los demás se encontraban cerca del río y él estaba una parrillada, algo lo hizo voltear hacia el cielo: un platillo volador.
¡En efecto! Don José Martínez quedó atónito al ver un objeto en forma de disco que se encontraba suspendido frente a él.
“Pensé que mis amigos me estaban jugando una broma, que quizá habían aventado un traste o algo para asustarme. Pero, después de unos segundos, el objeto seguía en el aire, balanceándose ligeramente. Era un disco de unos seis metros. Automáticamente, tomé mi cámara y saqué unas fotos”, declaró días después de lo sucedido, indicando que el objeto estuvo suspendido por espacio de 2 minutos antes de alejarse.
Luego de tomar dos fotografías quedó como en shock y prefirió no hablar de lo que había vivido hasta que mandó revelar los rollos y ahí estaba: de manera nítida se aprecia un OVNI (Objeto Volador No Identificado) en forma de platillo, suspendido en el aire.
De inmediato contó lo sucedido a sus amigos y familiares y les mostró las evidencias. La situación comenzó a llegar a los medios de comunicación y las fotografías tomadas en Montemorelos adquirieron gran relevancia tanto en México como en el extranjero.
Con el paso del tiempo esta historia fue quedando un tanto olvidada, pero no deja de ser menos importante y se coloca como una de las más interesantes de Nuevo León, al lado de la del “Hombre Pájaro”, “La Casa de Aramberri”, entre otras.
El 31 de enero de 1979 ocurrió uno de los acontecimiento más emotivos e importantes de Monterrey de la historia moderna: la primera visita del Papa Juan Pablo II.
A tan solo algunos meses haber sido elegido como Papa, Karol Wojtyła decidió romper con la línea que manejaron sus antecesores, buscando con ello reavivar el espíritu católico alrededor del mundo.
Así que una de sus primeras decisiones fue emprender viajes por todo el mundo para ofrecer un mensaje de paz y de hermandad.
Tras varias semanas de planeación se decidió que el primer viaje del Papa Juan Pablo II sería a territorio americanos, estando contemplados tres países: Bahamas, República Dominicana y ¡México!
El siguiente punto a definir era qué ciudades se visitarían y por fortuna Monterrey fue elegida una de las escalas papales.
Tras hacer la preparación de la logística y el itinerario, se definió que el Papa estaría en nuestra ciudad el 31 de enero para oficiar una misa masiva y nada más, ya que los tiempos estaban muy ajustados.
El siguiente paso fue elegir el lugar, se consideraron varios espacios abiertos como parques, plazas y estadios, ya que se esperaban miles de personas, hasta que finalmente se optó por el lecho del río Santa Catarina.
El Puente San Luisito (una nueva versión del construido a finales del siglo XIX), el cual se inauguró el 15 de octubre de 1976, sería el punto desde donde el Sumo Pontífice encabezaría el evento.
Se llegó el día y la respuesta de los regiomontanos fue masiva, intensa y lleva de fervor. Se estima que poco más de un millón de personas se dieron cita en el río para ver y escuchar al nuevo Papa.
Juan Pablo II brindó mensajes relacionados con la unión, la hermandad y el amor al prójimo, pero también le dedicó palabras a los obreros de Monterrey, reconociendo su esfuerzo y sacrificio. También pidió a los empresarios mejores condiciones de trabajo.
Un obrero de Fundidora de coló entre la comitiva y accedió al puente, en donde le dio un casco de la empresa al Papa, quien se lo puso sonriente.
Al culminar la misa, el polaco dio su bendición y salió hacia el Aeropuerto para continuar su viaje.
A pesar de que su primera estancia en la ciudad fue breve, sigue siendo muy recordada por todos aquellos que la presenciaron.
En Nuevo León se han tejido historias de triunfo y felicidad, pero también está la otra cara de la moneda: historias oscuras, llenas de dolor y muerte. Entre estas últimas destaca el caso “Andrómeda”.
Una verdadera historia de horror
Las cosas no marchaban bien en el matrimonio de Andrómeda Cordero Flores y Jesús Campos, habitantes de la Colonia Rincón de las Cumbres, sin embargo en septiembre de 2015 todo se salió de control.
De acuerdo con personas cercanas a la familia, la violencia intrafamiliar y el abuso de alcohol estaba presente, al grado de que Andrómeda atacó con un arma blanca a su esposo el día 2 del mes mencionado.
Tras cometer la agresión, ella se arrepintió y llevó a su esposo al hospital para que lo atendieran, en un intento por salvar la relación.
Sin embargo, este fue un preámbulo de lo que estaba por ocurrir.
El día 7 de septiembre de 2015, Andrómeda discutió con su esposo, quien decidió salir de casa.
En ese momento, la madre de familia, de 31 años en ese entonces, perdió los estribos y desplazó su furia hacia sus hijos.
Usó un cuchillo para atacar a los pequeños, asesinando a Keila Elizabeth (4 meses) y Laisha Sofía (2 años), mientras que Jesús Zaid (5 años) sobrevivió a la brutal agresión.
Después del ataque, Andrómeda intentó suicidarse pero no lo consiguió.
Cuando llegaron los familiares al domicilio de Rincón de Cumbres se toparon con una escena horrorosa, sin poder dar crédito a lo que había pasado.
La madre de familia fue internada en el Hospital Universitario y a los pocos días fue dada de alta por las lesiones que se inflingió, sin embargo no recordaba lo que había sucedido, lo supo hasta que las autoridades ministeriales le notificaron el hecho al señalarla como presunta responsable, por lo que fue ingresada al Penal del Topo Chico.
Otro punto dramático de este caso fue el testimonio del pequeño Jesús, quien dio detalles de lo sucedido, confirmando que su mamá los había atacado.
El proceso tardó en ser resuelto y no fue sino hasta diciembre del 2018, cuando se le sentenció a 56 años de cárcel, por lo que podría salir libre a los 87 años de edad.
La madrugada del 18 de diciembre del año 2000 ocurrió uno de los accidentes más impactantes que se han vivido en la Zona Metropolitana de Monterrey: el “trenazo” de la Ruta 120.
Esa fría mañana parecía como cualquier otra. Miles de regios se alistaban para ir a trabajar, usando para ello el transporte urbano.
Desafortunadamente el conductor de una unidad de la Ruta 120, identificado como Víctor Hugo García Rivera, traía prisa por realizar su recorrido y eso le costó caro a él y a decenas de inocentes.
Y es que al circular por la Avenida Cuauhtémoc en el municipio de Santa Catarina, el chofer quiso ganarle la carrera al tren que estaba por pasar por el crucero de Díaz Ordaz y decidió cruzar las vías férreas.
No le importaron los gritos de los pasajeros quienes le pedían que esperara a que pasara la mole de acero. “Sí la hago, sí la hago”, le dijo Víctor a los usuarios, quienes veían con terror el inminente impacto…y la tragedia ocurrió.
El tren no pudo frenarse a tiempo debido a su peso estimado en 2 mil 100 toneladas e impactó de lleno a la unidad de la 120, arrastrándolo por más de 100 metros, mientras el camión se iba doblando como una hoja de papel ante la potencia de la máquina férrea.
El saldo final fue de 18 muertos y 25 heridos, muchos de los cuales quedaron con graves secuelas.
Las labores de rescate fueron complejas y requirieron de la unión de varios cuerpos de emergencia, participando cerca de 300 personas en las maniobras.
Ante lo impactante de la escena se pensó que el chofer del camión había fallecido entre los fierros retorcidos, sin embargo se pudo confirmar que había huido. Tiempo después se entregó a las autoridades para enfrentar un proceso penal.
El tiempo pasó. Pronto el escándalo mediático se fue quedando en el olvido y también la precaución en los cruces de ferrocarril, pues por desgracia este tipo de accidentes se sigue presentando en la ciudad actualmente.
¿Algún día tendremos en Monterrey el respeto que se merece a los cruces del tren?
Pero también hubo otro evento de estos que causó gran emoción a los regiomontanos: la nevada de 1997.
La nevada de Monterrey de 1997
La madrugada del 12 de diciembre de 1997 nos dejó un blanco despertar, ya que una gran cantidad de nieve y aguanieve comenzó a caer en gran parte de Nuevo León, no solo en las zonas montañosas, sino también en la Zona Metropolitana de Monterrey.
Ese día había un ambiente de furor para conmemorar a la Virgen de Guadalupe y a eso se sumó este fenómeno meteorológico.
La temperatura osciló entre los 0 y los 3 grados durante la caída de nieve, la cual se mantuvo por espacio de entre 11 y 12 horas, pero cuando dejó de caer nieve el frío arreció, disminuyendo los termómetros por debajo de los cero grados.
Varias carreteras tuvieron que ser cerradas a la circulación y la zona más afectada fue el sur del Estado, en donde hubo comunidades incomunicadas, sobre todo en Galeana e Iturbide.
En la Zona Metropolitana se abrieron varios albergues para atender a personas en situación vulnerable y los expendios de gas butano lucieron saturados.
Desafortunadamente esa tormenta invernal dejó un saldo de tres muertos.
A pesar de esto, este evento se quedó grabado en la mente de miles de neoleoneses.
Cuando escuchamos “Padre Mier” nos viene a la mente de inmediato la avenida localizada en el corazón de Monterrey y una estación del Metro, pero pocos saben con certeza quién fue él, qué hizo o qué importancia tuvo en la historia.
Un regiomontano indomable
El 18 de octubre de 1765 nació en Monterrey, Nuevo León, Servando Teresa de Mier y Noriega. Nació y vivió la primera parte de su vida en una casa localizada en lo que hoy es el cruce de las calles Morelos y Escobedo, en donde actualmente se encuentra un famoso restaurante.
Se formó en el seno de una familia acomodada, ya que su padre, Joaquín de Mier y Noriega, se dedicó al servicio público, llegando a ocupar la Gubernatura del Estado, de 1785 a 1789.
A los 16 años ingresó a un convento de la orden de los dominicos para iniciar con sus estudios teológicos.
Desde temprana edad destacó por ser un joven brillante, de ideas muy profundas y avanzadas para su época, además de tener un carácter crítico, algo poco visto para un joven en aquella parte final del siglo XVIII.
Finalmente se ordenó en 1792 y logró una gran reputación como orador, gracias a su carisma, su tono tan particular de voz y lo agudo de sus pronunciamientos.
Sin embargo, este último aspecto le llevó a tener graves problemas con autoridades eclesiásticas y políticas, en especial un sermón que lanzó sobre la Virgen de Guadalupe en 1794.
El Padre Mier negó la existencia de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, asegurando que la presencia de la Virgen morena había surgido muchísimos años atrás, antes de la llegada de los españoles.
Por este hecho se le abrió un proceso y fue condenado a 10 años de exilio en Santander, España. También se le prohibió dar misa, cátedra y se le retiró el doctorado que había obtenido años antes.
Pero Fray Servando era tan indomable que se escapó del lugar en el que fue depositado y así fue perseguido y cada que era atrapado Mier se volvía a escapar.
Así anduvo errante por España, Francia, Inglaterra y otros países europeos. Aprovechó ese ir y venir para ver las transformaciones sociales y políticas del “Viejo Continente”, a la par de que se dedicó a escribir y hacer propaganda a la Independencia de México.
En Inglaterra conoció al guerrillero español Francisco Xavier Mina, a quien convenció de unirse a la causa independentista y juntos viajaron a México para unirse a los insurgentes.
Desafortunadamente en 1817 Mier vuelve a ser detenido y estuvo preso en San Juan de Ulúa. Nuevamente se volvió a fugar en 1821, ahora en La Habana, justo cuando era trasladado en barco hacia un nuevo destierro en España.
Después de este escape se fue a Filadelfia, en donde se mantuvo haciendo propaganda a la causa independentista.
En 1822 vuelve a México al ser elegido diputado por Nuevo León , sin embargo vuelve a ser detenido, pero fue dejado en libertad cuando Agustín de Iturbide tomó el poder del país.
Fray Servando siguió siendo una de las voces más críticas y uno de los más férreos opositores a Iturbide por continuar con el Gobierno monárquico, por lo que sufrió el acoso del estado.
Gracias a su presión y la de otras figuras se logró la renuncia de Iturbide.
La vida de esta figura fascinante llegó a su fin el 17 de noviembre de 1827, en una habitación del Palacio Nacional. Falleció por causas naturales y de hecho presintió su muerte días antes, por lo que alcanzó a invitar a sus más allegados a su propio funeral.