La historia de “Pie Grande”, asesino serial de Nuevo León

La historia criminal en Nuevo León está llena de casos impactantes, algunos de los cuales lograron trascendencia nacional e internacional.

Podemos mencionar el “Caso Santoy”, El Asesinato de Ana Nassar cometido por Julio Castrillón, el Crimen de la Casa de Aramberri, entre otros.

Pero uno de los casos que pasó desapercibido, a pesar de su crudeza, fue el del asesino serial conocido como “Pie Grande”.

El asesino

El protagonista de esta historia se llama José Manuel Solís Mata, joven fue aprehendido por elementos de la Policía Ministerial de Nuevo León el 3 de marzo de 2005.

Al momento de su detención tenía 23 años de edad, estaba casado con una joven de 17 años y era padre de un bebé de escasos 2 meses de edad.

Se dedicaba a la albañilería y vivía en el municipio de Pesquería.

Estuvo preso en el Penal del Topo Chico 2 años, por robo con violencia a negocio.

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De acuerdo a su testimonio, fue víctima de abuso sexual cuando tenía seis años de edad, ataque cometido por un homosexual en Nueva Rosita, Coahuila.

Esa experiencia traumática le marcó para siempre y desde ese entonces odiaba a los homosexuales, homofobia que llevó al extremo de asesinar a tres gays en la zona metropolitana de Monterrey.

A pesar de ese odio, acostumbraba a rondar antros gays y a salir con varios hombres, algunos de los cuales les cobraba por tener relaciones sexuales.

Sus víctimas

A “Pie Grande” se le pudo comprobar un total de tres víctimas fatales.

1.- Gerardo Castillo Tomás

La carrera homicida de Solís Mata inició el 15 de julio de 2003, día en que asesino a Gerardo Castillo de 26 años de edad, quien era animador infantil teniendo como nombre artístico “Tallarín”.

Ese día se quedaron de ver en una zona cercana a La Fe, entre los municipios de Guadalupe y San Nicolás. De ahí se fueron a un local abandonado en la Col. Los Doctores para tener un encuentro sexual. “Pie Grande” perdió el control y golpeó en la cabeza a Castillo y luego lo estranguló.

Después de asesinarlo, saltó sobre la espalda de su víctima y sin darse cuenta dejó la huella de sus pies.

2.- Gilberto Alcalá López

El segundo homicidio ocurrió el 18 de junio de 2004, la víctima fue Gilberto Alcalá, de 41 años, quien trabajaba en la Secretaría de Educación.

En este caso, José Manuel Solís conoció a su víctima en un restaurante en el que trabajaba, ubicado también por la zona de La Fe. Tras un año de entablar cierta amistad con Alcalá se pusieron de acuerdo para reunirse en la casa de éste, localizada en la Col. Los Álamos en el municipio de Apodaca.

Nuevamente el estrangulamiento (con la funda de una almohada) fue la forma en la que se cometió el crimen, tras lo cual el asesinó hurtó 40 mil pesos del domicilio y se fue, sin darse cuenta de que había dejado varias huellas de pisadas.

3.- Jaime Espinoza Gutiérrez

El último crimen de Solís se dio el 11 de noviembre de 2004. Ese día se topó con Jaime Espinoza, mejor conocido como “Jessica Adriana”, de 20 años de edad, quien al parecer había salido a divertirse.

En un momento dado se vio con “Pie Grande” también en un punto cercano a la Avenida Acapulco y después se fueron a un lote baldío en la Col. Hacienda San Miguel, en donde tuvieron un encuentro sexual.

En este caso, el asesino cambió su forma actuar y asesinó a su víctima arrojándole una piedra en la cabeza.

El tamaño de sus pies lo delató

José Manuel Solís Mata dejó en los primeros dos crímenes sus huellas plantares, las cuales eran del número 9, hecho por el cual el caso fue conocido por los investigadores como “Pie Grande”.

Tras varias pesquisas dieron con él como posible sospechoso y después cotejaron sus fotografías con testigos, además de comparar las huellas encontradas en las escenas del crimen con las de él y todo concordó.

Finalmente Solís confesó no solo los dos primeros crímenes, sino el tercero también, el cual los detectives no habían ligado a los casos anteriores.

En su declaración, “Pie Grande” señaló que con estos hechos se vengaba por el abuso sexual del que fue víctima en su infancia.

“Qué bueno que me agarraron, si no hubiera seguido matando jo…”, llegó a declarar el joven de mirada perdida que a sangre fría mató a tres personas.

Aunque el caso fue muy sonado en su tiempo, nunca llegó a tener la cobertura mediática que tuvieron otros como los señalados al principio.

No cabe duda de que las verdaderas historias de terror no las protagonizan los fantasmas, sino las personas vivas.