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El Arco de la Independencia de Monterrey

En el cruce de las avenidas Madero y Pino Suárez se alza un monumento de grandes proporciones y mucha belleza: se trata del Arco de la Independencia.

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Esta gran obra hoy pasa desapercibida para muchos, pero cuenta con varios aspectos que la vuelven muy interesante.

La construcción del Arco de la Independencia de Monterrey

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En 1910, el presidente de la República, Porfirio Díaz Mori, ordenó a los gobernadores de todos los estados que hicieran preparativos para conmemorar de manera digna el centenario de la Independencia de México.

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Gobernador Bernardo Reyes

En el caso de Nuevo León, el gobernador Bernardo Reyes pensó en un monumento de gran belleza y proporciones.

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Arquitecto Alfred Giles

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Para ello se pensó en un artista talentoso y experimentado, y de inmediato se eligió al arquitecto británico Alfred Giles, quien tenía una década haciendo diversos trabajos en Monterrey.

Él fue el creador de la Reinera, la fachada del Casino Monterrey, el Banco Mercantil del Norte, el proyecto del Panteón del Carmen, entre otras obras.

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Banco Mercantil de Monterrey, obra de Alfred Giles (aún sigue en pie, en la esquina de Morelos y Zaragoza)

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De igual forma se recurrió al ingeniero Pedro Cabral, quien se encargaría de materializar el diseño de Giles.

La obra no fue fácil de realizar, debido a que la ciudad pasaba por momentos difíciles, puesto que un año antes, en 1909, Monterrey sufrió la peor inundación de su historia, la cual dejó un rastro de muerte y destrucción que apenas empezaba a superarse.

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El diseño y simbolismos del Arco de la Independencia de Monterrey

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Cuando el general Reyes vio el diseño de Giles quedó maravillado.

Se trata de una estructura de 25 metros de alto, con forma de arco.

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Sobre las dos columnas de cantera rosa se posan dos águilas, cada una devorando una serpiente, mientras que el arco es coronado por una musa de fierro fundido recubierta de bronce, la cual posee varios simbolismos.

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La famosa “mona” lleva en la mano derecha unas cadenas rotas y la corona española semi escondida, mientras que en la izquierda tiene en alto una esfera con la palabra “México” y parte de las cadenas rotas.

Todo esto representa la libertad y el rompimiento con la monarquía española.

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El lamentable abandono del Arco de la Independencia de Monterrey

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Por desgracia, este monumento ha sido dejado en el abandono por el Gobierno y es ignorado por un amplio sector de la ciudadanía, a pesar de su belleza y magnitud. Incluso hay quien lo ve como un estorbo a la vialidad.

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Se sabe que existe un plan de rescate de esta magna obra, que incluye una restauración del Arco de la Independencia y la “mona”, así como del área circundante.

Maqueta del proyecto de rescate del Arco de la Independencia
Maqueta del proyecto de rescate del Arco de la Independencia

Ojalá que se materialice este plan de rescate, para que el Arco de la Independencia vuelva a gozar de su grandeza original.

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La visita de Porfirio Díaz a Monterrey

Porfirio Díaz es de los personajes mexicanos más controversiales: es odiado y amado, para muchos es el mejor presidente de México que ha existido y para otros es símbolo de soberbia, tiranía y abusos.

Así, ante la importancia de esta figura, resulta interesante conocer algunos aspectos de la única visita que tuvo como Presidente de México a la ciudad de Monterrey.

La visita de Porfirio Díaz a Monterrey

Como presidente de la República, “Don Porfirio” hizo pocas “giras de trabajo” a estados del norte del país. Esto tiene que ver con las circunstancias propias de la parte final del siglo XIX y primeros años del XX, ya que eran zonas turbulentas con inestabilidad, lo cual se suma al espíritu centralista que ha prevaleció por siglos en nuestro país.

Sin embargo, el caudillo oaxaqueño hizo una visita a Monterrey, la cual se prolongó por varios días.

El mandatario nacional estuvo en la Sultana del Norte del 19 al 23 de diciembre de 1898. Su visita no fue por iniciativa propia, sino que se dio por invitación de su compadre, el gobernador de Nuevo León, el general Bernardo Reyes.

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Ese fue uno de los acontecimientos más importantes para la ciudad durante el siglo XIX. No es para menos, como comentamos líneas arriba, era raro ver a un presidente fuera de la capital del país.

De igual forma, Don Porfirio era una figura de mucho peso, muy carismático y que nunca pasó inadvertido.

Así, cuando se dio la noticia la población tuvo gran expectación al respecto.

El Gobierno del Estado y el de Monterrey hicieron todos los preparativos necesarios para recibir en grande al Presidente, sin reparar en gastos.

Díaz arribó a Monterrey en tren directamente a la Estación del Golfo el 19 de diciembre de 1898, en donde fue recibido por las autoridades y miles de personas que buscaban ver de cerca al líder mexicano. Posteriormente se realizó un recorrido por la ciudad y por la tarde se realizó un evento solemne en la Alameda.

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Cuando Porfirio Díaz lloró en Nuevo León

Hablar de Porfirio Díaz es hablar de una de las figuras más controversiales de la historia de México. Idolatrado por millones y odiado por millones más, es un personaje que no pasa desapercibido.

Su vida está llena de claroscuros y anécdotas sumamente interesantes y una de las que más los marcaron se desarrolló en Nuevo León, específicamente en la comunidad de Icamole, municipio de García.

Esta anécdota tiene que ver con el apodo con el que muchos le llamaban (sobre todo sus detractores y rivales): “El Llorón de Icamole”.

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Esta historia se remonta a 1876, cuando se desarrollaba en varias partes del país la Revolución de Tuxtepec, encabezada por Porfirio Díaz, quien se alzó en armas contra el Presidente Sebastián Lerdo de Tejada, ya que éste había anunciado su intento de reelección.

El 20 de mayo de ese año tuvo lugar una de las batallas definitivas de esa breve guerra, la cual se desarrollo en Icamole, Nuevo León.

Porfirio Díaz estaba acompañado de los generales Francisco Naranjo y Gerónimo Treviño, intentando vencer a las fuerzas lerdistas, pero la suerte no estaba del lado del caudillo oaxaqueño.

El general Díaz sufrió una aparatosa y humillante derrota, ante lo cual, afirmaron varios testigos, rompió en llanto de manera desconsolada, pues tomando en cuenta las circunstancias (sus dos aliados conocían el terreno al ser de Nuevo León, mayoría sobre las tropas lerdistas y su historial ganador) esperaba una victoria en esta batalla.

Este echo que fue retomado por sus detractores para apodarlo de esa manera tan peyorativa, “El Llorón de Icamole”.

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El apodo rápidamente se extendió y permaneció por años, a pesar de la llegada y permanencia en la Presidencia de Don Porfirio.

El resto de la historia es conocida por todos: se perpetuó en el poder desde 1876 hasta 1911 (incluyendo un lapso de tiempo en el que su compadre Manuel González ocupó la Presidencia), cuando la Revolución Mexicana, encabezada por Francisco I. Madero, se impuso.